¿Qué culpa tiene Raquel? (bolero)
POR CRISTHIAN JIMENEZ.- Sobraba corazón, coraje, solidaridad, sueños e inmensos anhelos de justicia.
La lucha por las libertades con sus secuelas de exilio, cárceles, persecuciones constreñía temporalmente los espacios para la formación integral, aunque de los más entregados y valerosos como Amín Abel Hasbún, ejemplificaban al graduarse con los mayores méritos uasdianos.
La experiencia burocrática era de factura trujillista y balaguerista, pese a que en el breve oasis democrático de 1963, Bosch envió a jóvenes a formarse en el exterior.
Emprendedores y visionarios empresarios de Santiago aprendieron temprano que tenían que formar a los suyos para integrarlos al liderazgo nacional y formaron la Universidad Católica Madre y Maestra.
Cuando el PRD y don Antonio Guzmán llegaron al poder en 1978 sobreviene “la angustia de la libertad” (FU), que le mueve el piso a la izquierda, centroizquierda y centroderecha.
La hora de gobernar, y poca experiencia sin sangre y muchos entusiastas con grandes méritos en las luchas democráticas, pero escasos con formación en administración pública. Don Antonio hubo de auxiliarse de los talentos de la universidad católica, en donde su hija Sonia, actual embajadora en Washington, venía de ocupar la vicerrectoría académica.
En el gobierno de Salvador Jorge Blanco (1982-86), casi todo el gabinete era perredeista, al igual que 14 años más tarde al asumir el presidente Hipólito Mejía, aunque este mantuvo una fuerte conexión con los intereses de la ciudad de los 3 mandatarios y del actual presidente Luis Abinader.
Los perredeistas volvieron al poder en 2020, en versión PRM (parto forzoso que dejó grave de muerte el progenitor) y luego de una desconexión de 16 años corridos, en los que gobernó el PLD.
Distraídos en luchas fratricidas, carreras apresuradas a tribunales y expulsiones se encontraron con “otro” Estado y “otro” mundo, sobre todo por los múltiples impactos de vertiginosos avances tecnológicos y cambios constitucionales y legales.
Abinader, favorecido por la ola anticorrupción y reclamo de transparencia, hizo acuerdos con sectores de la sociedad civil y logró apoyos empresariales que hoy están presentes en su administración, y algunos casos como las partes más luminosas.
El nivel partidario en el gobierno ha tenido importantes tropiezos, fundamentalmente en áreas sensitivas como la educación, medio ambiente y el vital sector eléctrico, registrándose escándalos que en algunos casos están bajo investigación del ministerio público. No es una situación generalizada, pero ha afectado el puntaje de la administración.
Destituciones impensadas hace dos años han ocurrido por incompetencias y denuncias de irregularidades y se sabe que hay otros cambios pendientes.
La principal tarea de un presidente es satisfacer el interés de los gobernados y eso se logra con una eficiente gerencia.
En ese contexto, como ocurre en el béisbol, un presidente debe tener en el terreno de juego a sus mejores hombres y mujeres. Y si hay funcionarios polivalentes, que gestionan adecuadamente y con notas sobresalientes encargos ejecutivos, como la vicepresidenta Raquel Peña, tiene que enviarlos a los puntos críticos.
Con formación académica en administración y experiencia como gerente, la vicepresidenta gestionó exitosamente la respuesta sanitaria a la pandemia de Covid, en momentos que reinaba la incertidumbre mundial y lideró con inteligencia y habilidad para los consensos el gabinete de salud.
Peña pasó temporalmente como apagafuegos por el ministerio de ambiente, en los días posteriores a la trágica muerte de Orlando Jorge Mera y ante las versiones de un fuerte entramado de corrupción en la dependencia. ¿Qué culpa tiene Raquel de ser competente, leal, honesta en el manejo de fondos públicos y sin las ambiciones que alocan a los segundos a bordo?
¿Qué culpa tiene Raquel? Parece título de un bolero.